Una mañana un hombre muy desanimado va a que su compadre a beber café y a conversar para olvidar un rato su desánimo y molestia y le cuenta al compadre.

Compadre mi mujer es desconsiderada, sabes que a veces no tenemos ni que comer y me voy con mi escopeta arriesgandome con los peligros del monte, víboras y animales salvajes.

Muchas veces garrapatas, mosquitos y frío hasta los huesos y con suerte logró cazar un venado, tengo que cargarlo a mi espalda el largo camino de regreso a casa.

No terminó de llegar, cuando aparece mi mujer con cuchillo en mano y empieza a repartir el venado entre los vecinos y sus familiares, que si una pierna para Doña Juana, que otra para Doña Paquita, que si este lomito para mi mamá.

Y que las costillas para mi hermana y a los dos días de nuevo sin nada que comer y el tonto otra vez de caseria, pero ya me cansé o me separo o no cazo más.

El compadre le dijo invite a su mujer de cacería y no le Diga las penurias que pasa, sólo dígale que a si se pueden traer dos venados y reparte uno completo y queda bastante.

El compadre siguió el consejo y por supuesto convenció a la mujer de que lo acompañara, ella muy entusiasmada salio con falda larga que poco a poco se fue desgarrando con las puas del camino.

La blusa le quedo toda dañada, los zapatos se le rompieron por las piedras y las espinas la hicieron sangrar, el cabello se le maltrató y le quedo tieso como estropajo.

Se le pegaron garrapatas, bichos, las manos llenas de ampollas y llagas, le da casi un infarto al toparse con una víbora, por fin despues de tantos martirios encontraron un venado.

El hombre se acercó a su presa, disparo y el venado cayó muerto, la mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no era así, ahora le tocaba cargar el venado le dijo el esposo.

La mujer casi se desmaya ante la desesperación por regresar a su casa, ni para protestar tuvo aliento, cargo el venado en su espalda, casi muerta con la piernas temblando, jadeando y a punto de desmayar llegó a su casa.

Al llegar tiro el animal en la sala de su casa, sus hijos y vecinos salieron a recibir a la pareja de cazadores acostumbrados a la repartición gritaron con alegría, vamos a repartir el venado.

La mujer tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre y agarrando aire gritó, nadie toca el venado.

Reflexión: Para valorar el esfuerzo ajeno, todos deberíamos aprender a cargar el venado, muchos tienen empresas, riquezas y comodidades, porque durante años cargaron muchos venado para poder llegar donde están ahora.

Y otros cómo la esposa del cuento, siempre esperan que llegue el venado para repartirlo sin importar el esfuerzo del que lo consiguio, sólo se valora aquéllo que se a conseguido con esfuerzo, trabajo, sudor y hasta lágrimas...
Belkys 


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